Con esto termino la historia de "Camino al Destino" que ya he recordado al fin como nació.
Hace unos 3 años aproximadamente, en un foro en el que era muy activo llamado Hellsoft (Acaba de renacer) hicieron una vez un concurso de escritos. En ese entonces empezaba mis primeros pasos en esto de escribir y decidí entrar en dos categorías: Descripción escénica y cuento. La historia de "Camino al Destino" la hice como historia de Descripción Escénica. No recuerdo en que posición quedé sinceramente.
Bueno, espero que les guste, el final es algo muy trillado, pero espero que les agrade.
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"Camino Al Destino - Parte 3"
El estruendo crecía lentamente, hasta que lo pude oír claramente, ¡Habían disparado directamente hacia la pequeña iglesia! Un golpe certero la destruiría sin duda alguna, en lo único que pensaba era en dos cosas: Moriríamos a causa del impacto, el cual sobrepasaría el suelo, penetrando hasta donde nos localizábamos y destruyendo absolutamente todo, o simplemente sobreviviríamos al impacto, pero nos sería imposible salir de entre los escombros que taparían la salida, muriendo de hambre.El certero golpe fue tan fuerte, que parecía un gran terremoto el que nos sacudía, y el sonido fue tan estridente, que se podría decir que una bomba atómica chocó contra nosotros ¿Acaso fuimos golpeados por alguna clase de proyectil desconocido? ¿Con qué clase de armamento contaba el enemigo, que fue capaz de dejar aquella impactante edificación de ruinas de un solo golpe? Nunca lo sabré.
Terminado el ataque, que duró solamente unos segundos, el muchacho y yo nos reincorporamos.
Habíamos sobrevivido al impacto, pero temía que mi segunda hipótesis se volviera realidad: Quedar atrapados entre los escombros sin ninguna posibilidad de salir.
Ya de pie, el muchacho no perdió tiempo y fue a revisar la única salida, pero ni siquiera intentó de abrirla nuevamente como lo hizo la primera vez, creo que se dio cuenta, al igual que yo, que los escombros impedirían nuestra fuga.
Se sentó en el suelo, se quedó mirando al vació un rato, e inmediatamente llevó las palmas de sus manos a su rostro.
Supuse que, al ver nuestra situación, estaría llorando desconsolado, pensando que no tendríamos salida de esa horrible pesadilla a la que habíamos llegado él y yo.
No sabía que hacer, por un lado, era un muchacho, el no tenía la culpa de ser parte de esta horrible guerra… ningún joven debe ser parte de la guerra…. ¡NADIE DEBE SER PARTE DE UNA GUERRA!. Pero, por otro lado, fue por él que nos encontrábamos en esa horrible y desesperante situación, sin alimentos, sin agua, y sin esperanzas.
Una vez más, me equivoque.
No estaba llorando, sino pensando, y lo pude notar por la expresión pensativa en su rostro, ¡Y yo que creía que estaba llorando!
En un momento, sin decir nada y sin hacer ninguna clase de ruido, se levantó, se acercó a una de las paredes y empezó a analizarlas, justo como había analizado el suelo con anterioridad.
Creí que iba a realizar nuevamente su “conjuro” y abrir una nueva entrada, que nos llevaría a la salida, pero no, empezó a tocar, con los nudillos de su dedo índice y medio, una de las losetas, acto seguido, la empujó, pero no logró nada. Siguió empujando con todas sus fuerzas, todo fue en vano, no se abrió una nueva puerta, ni las paredes se movieron, ni nada.
Al observar esto, creí que había encontrado una loseta suelta, y que tal vez nos llevaría a la salida…. eso, o nos llevaría a nuestra muerte, pero en estas condiciones, no había otro remedio.
Sus esfuerzos fueron en vano, y estaba a punto de darse por vencido y aceptar la muerte. Dejó de aplicar fuerza a la loseta, y dejó caer la mano derecha hacia el suelo, en expresión de rendición.
En ese momento, me coloqué a un lado suyo, le tomé la mano derecha, y con mi mirada, le di todo mi apoyo, y empecé a empujar la loseta.
Al ver mi expresión, una ligera sonrisa se dibujó en el suyo, y volvió a tomar fuerzas, para empujar junto conmigo la loseta. En verdad fue difícil, estaba firmemente pegada a las paredes, pero no tanto como las demás, esta tenía unas pequeñas aberturas difíciles de ver a simple vista. Al final, la loseta cedió, mostrando un nuevo camino.
Fue tanto el esfuerzo que realizamos por moverla, que cuando lo logramos, caímos rendidos al suelo, respirábamos apresuradamente y nuestros corazones latían como bombas de tiempo a punto de explotar. Cerré los ojos por un momento, y recordé nuevamente a mi familia, a mis pequeños hijos, y principalmente…. a mi amada Michelle.
Los volví a abrir, y vi que el muchacho ya se había reincorporado, me miró unos segundos, y extendió su mano hacía mi, en señal de amistad. Naturalmente, yo extendí la mía, y nos dimos un apretón de manos en donde nos transmitimos todo nuestro apoyo, fe y esperanza.
En ese apretón, me ayudó a levantarme del suelo, y entramos al pasillo para seguir el nuevo camino que se había abierto ante nosotros.
Después de una larga caminata, ayudados de una pequeña linterna de bolsillo que, como había dicho desde el principio, guardaba para momentos como ese, llegamos a una pequeña salida, de la cual salían los cálidos y brillantes rayos del sol…. esos rayos solares que tanto me gustaban, y que en ese momento tanto anhelaba ver.
Al salir, lo que vimos ambos nos dejó desconsolados, y pude saberlo de parte del muchacho por la expresión en su rostro, muy parecida a la mía: Ninguna casa quedó de pie, todas estaban completamente en ruinas, la pequeña iglesia, que se divisaba a unos cuantos metros al oeste, quedó destruida. En donde antes se encontraba un hermoso lugar tapizado con hermosos dibujos y decorado exquisitamente, ahora se hallaban piedras y madera destruida, convertida en polvo y recuerdos.
Nos acercamos a los restos, era desolador el panorama, ya no había ruido, ya no había un cielo gris, ya no había… nada.
De entre los escombros, pude recuperar una imagen de la cara de Cristo, que ahora conservo en memoria de aquel joven que salvó mi vida.
Fuimos los únicos sobrevivientes del ataque al pequeño poblado, toda mi tropa fue eliminada en una emboscada de parte del enemigo, que llegó de quien sabe donde, mientras yo revisaba la pequeña colina y la iglesia que escondía a sus espaldas.
El joven que rescate, o que mejor dicho, me rescató aquel fatídico día, nunca lo he vuelto a ver, pues después de revisar todo, y comprobar que no quedó nada en pie, se marchó de aquel lugar, no sin antes despedirse de mi con un caluroso abrazo, y no pude contener mi llanto, pues no solamente habíamos sobrevivido, sino que gracias a él, hoy estoy reunido con mi familia y amigos nuevamente en la civilización.
Sobre la guerra, al fin ha terminado. Después de despedirnos, me encontró un grupo de reconocimiento a la semana, una semana en la cual vagué solo y sin alimento en busca de algún indicio de civilización, siempre al tanto, temiendo por mi vida.
No obstante, hay preguntas que aún circulan en mi mente: ¿Qué fue lo que pasó realmente en aquel lugar? ¿Por qué no encontré a nadie ni nada vivo? ¿Con que tipo de armamento atacaron aquel lugar? Y si era tan poderoso ¿Cómo fue que perdieron la guerra?
Tal vez, y solo tal vez, nunca lo sepa, ni yo, ni nadie