12 de febrero de 2008

Camino al Destino - Parte 1

Saludos.

Bueno, esta vez les traigo una historia que hice para un concurso, no me acuerdo de que era en estos momentos. Ahora que la he visto de nuevo me ha gustado como la hice, pero no es muy buena literalmente hablando porque tiene varios errores, pero espero disfruten de la historia.

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"Camino al Destino" Parte 1


Caminar en estos campos verdes siempre ha sido placentero para mí; el ver los árboles verdes, grandes y fuertes, el viento soplando suavemente en mi rostro, dando una sensación de frescura indescriptible, los campos verdes iluminados por los rayos del sol… Si.... este lugar es sensacional.

Ahora me encuentro en marcha, junto con mi grupo, adentrándonos en un bosque espeso y extremadamente largo, en un viaje muy importante para todos nosotros.

Ver como la luz entra por entre las ramas, forraje y hojas de los grandes pinos y los imponentes robles, me llena de mucha alegría, pues me hacen recordar a mi familia; mis pequeños hijos esperándome en casa. Ya no puedo aguantar las ganas de llegar con ellos y jugar hasta el anochecer mil y un juegos más. También Michelle me debe estar esperando, pero desde mi partida, la pobre esta desconsolada, así que no me puedo imaginar en que estado se encuentra en estos momentos.

Ya han pasado algunas horas, y seguimos internándonos más y más en las espesuras del bosque, ya se ciernen las sombras sobre nosotros… no tenemos más remedio que acampar por esta noche.

Aunque no muchos están de acuerdo con acampar, no nos queda otra opción: Es eso, o arriesgarnos a perdernos en la oscuridad; si prendemos algún fuego, nos arriesgamos a incendiar accidentalmente algún forraje seco, mientras que si usamos la linterna, la batería se puede agotar, y entonces, ¿Qué haremos sin las linternas? Es mejor guardarlas para alguna situación más importante.

Mientras mis compañeros preparaban el campamento, yo soy mandado a recoger algo de leña para una pequeña fogata, segura y muy difícil de propagarse. Es en estos momentos, cuando los rayos de la luna me bañan con calidez, y el cielo se torna de un intenso azul marino, lleno de estrellas, que más recuerdo a mi familia, esperando en casa a mi llegada. Me pregunto…. ¿Qué estarán haciendo en este momento?.... Desearía estar con ellos.

Terminada mi labor de recoger la leña, regrese al campamento, y estaba casi terminado: Las tiendas de campaña lucían seguras y resistentes, eran 3 en total, suficiente para todos; también lograron traer algunos troncos grandes y fuertes para usar como asientos alrededor de nuestra fogata, por último, 3 compañeros míos preparaban las cazuelas y algunas provisiones listas para asar en el cálido fuego.

Una vez hecha la fogata, todos nos reunimos alrededor de la misma, y pasamos 2 o 3 horas despiertos contando anécdotas, chistes, experiencias y muchas cosas más.

En ese tiempo aproveché el observar a todos los acompañantes que se encontraban entre lágrimas y risas, sueños y pesadillas, historias de objetivos logrados y fracasos rotundos. Éramos alrededor de 23 personas, 10 de ellas amigos míos, los demás eran simplemente “conocidos” que estimaba y respetaba.

Cuando el cielo se llenó de estrellas que, junto con la luna, iluminaban todo a nuestro alrededor, nos fuimos a dormir, aunque algunos se quedaron despiertos pues la plática estaba muy interesante y no querían arruinar el momento. Antes de cerrar los ojos y soñar, recordé todo lo que habíamos pasado……

El primer rayo de sol golpeó en mi ojo, y desperté, con algo de flojera y ganas de dormir un rato más, pero teníamos que levantar todo y darnos prisa si queríamos llegar a nuestro destino, así que desperté a todos, e inmediatamente comenzamos a recoger las tiendas.

Seguimos nuestro camino hacia el este, para llegar a un pequeño poblado marcado en el mapa. Nunca supe como se llamaba, pues el sujeto encargado de la topografía no nos dejó observar el mapa ni una sola vez y se limitaba a indicarnos cual era la ruta a seguir. En fin, eso no nos afecto nunca, así que nunca tuve inconveniente en ese pequeño detalle.

Algunas horas, para ser más exactos 5 horas después, divisamos la salida del bosque unos cuantos kilómetros más adelante, por lo que apresuramos el paso para poder llegar lo más pronto posible y terminar de una vez con nuestro objetivo.

Al salir del bosque, vimos justo enfrente de nosotros el pequeño poblado: Casas de madera muy bien talladas revestidas de colores vivos o simplemente en su estado natural, techadas con palmas y paja, también contaba con algunos pequeños sembradíos de maíz y trigo, y los corrales con sus pequeños bebederos y pilas de heno, listos para ser devorados por los animales. Pero… faltaba algo…..

Entramos al poblado, y efectivamente, faltaba algo… ¿Dónde estaban todos los niños pequeños que juegan con ramas de árboles y con los animales de los alrededores? ¿Dónde se encontraban los hombres que deberían estar labrando la tierra, cuidando a los animales y trabajando para obtener alimentos? ¿Dónde estaban las mujeres que deberían estar desgranando el maíz o educando a los niños? Y no menos importante ¿Dónde estaban los animales de las familias?

Todo estaba en calma…. demasiada calma… no había ni una sola alma en todo el pueblo, y decidimos investigar por nuestra cuenta, en busca de señas de vida.

Decidí ir solo hacia una pequeña colina, donde se encontraban algunas casas, mientras los demás se dirigieron a diferentes puntos al norte, sur, este y oeste en grupos para “peinar la zona”.

Mientras me dirigía a la colina, sentí un aire frío recorrer mi espalda, el terror se apoderaba de mí a casa paso que daba, me sentía pesado y casi no podía respirar. En ese momento pensé que debía dar media vuelta y regresar con los demás, no adentrarme solo hacia aquel lugar.

El aire era cada vez más pesado, el cielo poco a poco se empezaba a tornar de un color gris….. definitivamente se acercaba una tormenta.

El suelo había perdido su vitalidad en ese preciso lugar, pues ya no tenía ese color verde fuerte y vivo, ahora presenta una tonalidad muerta, sin vida, sin vitalidad…. un color entre verde y café, que tenía el aspecto de la tierra.

Ya no aguanté ni un minuto mas, así que di media vuelta decidido a regresar con los demás y traer a dos personas conmigo para así evitar el peligro. Estaba completamente convencido de que algo raro estaba pasando ahí, y que si continuaba más allá de esa colina, algo horrible iba a sucederme… o tal vez iba a presenciar algo tan horrible, tan impactante, que me volvería loco sin remedio.

Pero no.

Volví hacia aquel lugar.

Unos segundos después de haber dado media vuelta y emprendido la marcha hacia atrás, sentí…. sentí… ¿Cómo explicarlo? Simplemente sentí que no podía dejar ese lugar, que necesitaba… encontrar algo….. que no podía simplemente irme y regresar, necesitaba…. encontrarlo…..

Me dispuse a revisar todas y cada una de las pequeñas casas que se encontraban en aquella colina, absolutamente todas y cada una de ellas.

Con las primeras no hubo mucho problema, solamente entraba, revisaba y salía sin ningún contratiempo; todo estaba perfectamente normal: Las pequeñas sillas dispuestas junto a una mesa redonda, y en algunos casos no era una mesa redonda sino una rectangular, también se encontraba un pequeño hornillo sin lumbre, además de pequeñas y duras camas, sin almohadas o cobijas, solamente el puro colchón.

Encontraba varias curiosidades en cada una de las pequeñas chozas: ollas, cántaros, anillos, lámparas, máscaras, todas producto de las manos hábiles del hombre…. pero ninguno de ellos se encontraba en ninguna de las casas…. ni siquiera un pequeño rastro o señas de que hayan sido tomadas a la fuerza, forcejeadas, o algo peor.

Después de varias inspecciones, estaba totalmente convencido de que no encontraría nada en esos rumbos, y que ese presentimiento tan extraño probablemente fue producto de mi miedo, lo cual me hizo imaginar cosas.

Pero estaba totalmente equivocado.

Del otro lado de la colina, casi oculta a la vista, estaba una pequeña iglesia, no muy grande, como del tamaño de un establo, construido de mármol, un muy hermoso y bien cuidado mármol, blanco como las nubes, adornado de colores dorados y plateados, principalmente en el campanario, y la campana, con su imponente brillo dorado, lucía como si estuviera recién hecha.

El portón de la pequeña iglesia era de 3 o 4 metros, de color café oscuro, barnizado e incrustado con algunas piedras de colores dorados, y me preguntaba si esas piedras eran oro puro, o una imitación.

Al entrar y observar los interiores, quedé asombrado, pues a pesar de lo pequeña que era, estaba muy bien cuidada, podría decir incluso que estaba más cuidada que el mismísimo Vaticano.

Toda, absolutamente toda la iglesia estaba decorada con pinturas de los pasajes de la Biblia; las paredes, los techos e incluso el piso se encontraban tapizados con dibujos de Jesús, sus discípulos, los apóstoles, Adán y Eva, Moisés, y muchos personajes más.

Las bancas vestían sedas muy finas, y se encontraban adornadas por listones dorados, hermosos, los más bellos que se haya podido imaginar cualquier ser humano.

Al fondo, donde generalmente el padre da las misas, se encontraban tres estatuas, tres ángeles, cada uno de ellos viendo al ángel contiguo, dando el aspecto de que se encontraban en una batalla de miradas.

Y fue entonces que lo vi.

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